
Me he tomado unos días de descanso de blog..pero ya he vuelto. Qué no cunda el pánico. Y si no doy publicidad a mi blog es porque no quiero tener ninguna presión para actualizar...sé que si se convierte en una obligación, puede que lo acabe dejando. No es nada personal jeje.
Vamos, que la relación que quiero tener con mi blog es de follamigos. Que nos juntemos cuando haya ganas y apetezca, pero que no me pida dedicación continua.
Aclarado esto, pasamos al post de hoy...
La crisis ha traído consigo muchas cosas negativas...inumerables desventajas e injusticias para muchos ciudadanos de "a pie" (a los de "a limusina" les afecta menos).
Pero también ha traído al menos una cosa bonita. Una cosa que suele pasarme desapercibida, pero que hoy me ha llamado poderosamente la atención: la música en el metro.
Hoy más que nunca, el metro se llena de músicos, profesionales o amateur, que se intentan sacar un extra para las navidades.
Todos alegan lo mismo: quieren amenizarnos el viaje y piden disculpas por si acaso molestan.
Pero a mí desde luego no me molestan...componen la banda sonora improvisada de mi vida callejera.
Con todas las horas que paso en el metro, me da tiempo a escuchar muchas canciones distintas, estilos distintos, instrumentos distintos que me evocan a países de todo el mundo:
los yembés me transportan a África; los acordeones a la Europa más oriental; los saxofones a Nueva Orleans...
Hoy en un sólo transbordo, he pasado de los tambores de "Safri Duo", al más típico pasodoble español, pasando por el mítico "Sound of silence" con los aires andinos de una quena y el "Con te partiro" . ¡Menuda excursión musical!
Luego en la calle, en plena Gran Vía, villancicos anglosajones por doquier. Madrid se está vistiendo de Navidad gracias a todos estos intérpretes anónimos.
A todos ellos, incluido mi violinista favorito, les dedico una ovación bloggeril...ese aplauso que nunca reciben y que tanto merecen.