
Cuando empecé a escribir un blog, hace ya dos años y pico, no era consciente de lo que iba a suponer en mi vida.
Pensaba que sería una de estas cosas que empiezo y no acabo. Que me quedaría sin temas que contar. Que no me leería ni Perry.
Ni por un momento pensé que el blog me permitiera conocer a tanta gente. A tanta gente buena. A tanta gente menos buena.
Que la relación con esa gente traspasaría el frágil intercambio de comentarios y que se convertiría en grandes amistades, en grandes decepciones o en relaciones "sentimentales". En una palabra, que esas personas me iban a importar.
Pero sobre todo, no me dí cuenta de que estaba construyendo, post a post, mi propia máquina del tiempo.
Tengo la gran suerte de poder repasar esos dos últimos años leyendo de mi puño y letra toodos los acontecimientos grandes y pequeños que me ocurrieron.
Me permite recordar viejas anécdotas, chistes antiguos, disgustos ya olvidados, lecciones aprendidas, esperanzas cumplidas o pendientes...
Y me permite hacer un balance fehaciente de cómo he madurado en dos años.
Se tiende a pensar que cualquier pasado fue mejor. E incluso a veces me quejo y me lamento por lo que me pasa hoy.
Pero lo cierto es que mi situación es mucho mejor hoy en día que hace dos años. ¡No hay color!
He conseguido dos de los retos que siempre tuve y que tanto me costó alcanzar: salir del armario y tener mi grupo de amigos (gays).
Parecen dos pequeñeces...pero son dos pasos de gigante para alguien que hace apenas un año se encontraba más solo que la una y encerrado en las profundidades de su guardarropa.
Por eso, en esta época de balances, de valorar si he sido bueno o malo y de fijación de objetivos y manidos propósitos, yo me limito a seguir escribiendo y seguir avanzando en esta línea para que en un futuro me pueda reir de lo que hoy se me antojan como problemas.